martes, 18 de septiembre de 2012

Los PRIsidentes (Germán Dehesa)


CIUDAD DE MÉXICO, México, oct. 8, 2002.- Gracias a la magia de la televisión, Javier Solórzano y Carmen Aristegui, acompañados por el escritor Germán Dehesa, nos guiaron por la “Avenida de los Presidentes” en Los Pinos.

Un paseo obligado para repasar la historia de este país desde la óptica de quienes han gozado y sufrido con el poder. Y quienes han hecho sufrir (generalmente) a millones de mexicanos que no tenemos esa clase de poder, pero sí la memoria.

Javier Solórzano destacó que en Los Pinos tienen lugar los detalles, los dimes y diretes de una familia, no sólo de quien gobierna. Ahí, en la residencia oficial, hay una avenida con la historia de México dividida en sexenios. Es la “Avenida de los Presidentes”.

Ahí permanecen, como estatuas, quienes han habitado la “primera casa de México”. Germán Dehesa recordó que desde muy temprana edad sabía que Los Pinos no sería su lugar de residencia. Relató que, en la escuela, la maestra preguntaba ¿quién quiere ser presidente? Todos los niños levantaban la mano, excepto Germán, quien hoy reconoce que ha habido cambios, transformaciones en Los Pinos. Por ejemplo, ahora también es salón de bodas, apuntó el autor de “Los PRIsidentes”.

Germán Dehesa explicó que nació cuando se encontraba Manuel Ávila Camacho en el poder (de 1940 a 1946). Un presidente que le pasaba las facturas a otro Ávila Camacho (Maximino).

Luego de esos recuerdos vagos, se aclara un poco más la visión en retrospectiva de Germán Dehesa. Ahí está ahora Miguel Alemán (1946-1952). Con su pose como de torero, dicen nuestros guías en esta peculiar avenida. Germán recordó esa sonrisa de Alemán. Sus dientes. El progreso y que ahora sí, México se encaminaba a la grandeza (ya desde entonces se escuchaba tal promesa, vaticinio, o frase a secas).

Al llegar a la estatua con la figura que gobernó México entre 1952 y 1958, Germán Dehesa lo reconoció como el presidente sobrio, el moderado. Adolfo Ruíz Cortines. El del silencio y el dominó. El contraste con su antecesor. Y el que no hizo escándalo cuando dejó la presidencia.

En 1958 comienza la frivolidad con Adolfo López Mateos. Germán Dehesa platicó otra anécdota. Cuando le pidieron que llevara a la escuela una monografía del presidente. Fue a la papelería y la pidió. Una de las encargadas le dijo a la otra “échame una foto del muñeco”. Fue la etapa en la que comenzaron a hacerse tantas cosas por capricho. Se hizo el autódromo, por citar un ejemplo, por supuesto porque a López Mateos le gustaba manejar a solas.

Y llegaron a una de las estatuas cuyo modelo ha generado más polémicas. Y no por ser precisamente un modelo a seguir. Gustavo Díaz Ordaz. Figura con la mano tendida. Quien asumió la responsabilidad por la matanza de 1968 en Tlatelolco. Sus facetas buenas (que también las tuvo) quedaron eliminadas por ese manchón del 68, explicó Germán Dehesa. Quien años después fue maestro de Alfredo (hijo del ex presidente Díaz Ordaz) y ante una indisciplina le dijo Dehesa: “no regresas hasta que venga tu papá a hablar conmigo”. Estallaron las carcajadas (no las de Aristegui y Solórzano, que también las hubo) de todos los alumnos.

Después, nuestros guías se pararon frente a la estatua de quien decía “arriba y adelante”. Luis Echeverría. El de la “guerra sucia” (y eso que no hay guerras limpias). El presidente de la pérdida de la memoria. El del caso Julio Scherer y la censura al periódico Excélsior. Y Germán nos deleitó con un recuerdo más. Cuando María Esther Zuno de Echeverría le dijo al todavía presidente Luis Echeverría, “López Portillo va a hacer lo que tú no te atreviste por maricón”.

Y con José López Portillo llegó la nacionalización de la banca. Pero el autor de “Los PRIsidentes” recordó que cuando López Portillo asumió el poder, el mismo que después terminaría su mandato llorando, se ganó casi a todos con su discurso en donde no prometió defender al peso como un perro. Contó Germán Dehesa que al final de una rueda de prensa, López Portillo gritó: “señores, quiero que me vean montar”. O cuando dijo que hacía tres o cuatro veces el amor, para que pudiera tomar buenas decisiones, para que el país caminara bien.

Hasta que llegó Miguel de la Madrid. El que alguna vez dijo “intenté resolver (aclarar) lo del 68, pero no me mandaron los papeles”. El presidente que se vio rebasado, el que fue un cero a la izquierda de la sociedad en aquellos días del terremoto de 1985. El que nombró a un regente lamentable para el DF, Ramón Aguirre. Fue en la época de Miguel de la Madrid cuando comenzó el proyecto económico neoliberal. Fue él quien se llevó sonora rechifla al inaugurar el Mundial de Fútbol “México 86”.

Y cuando algunos creían que lo habían visto todo, tocó el turno a Carlos Salinas de Gortari. “No he visto ha nadie gozar tanto con el poder”, señaló Germán Dehesa. Hasta a los cocineros les decía que si se querían retratar con él. Germán Dehesa (cuando Salinas lo fue a ver con la obra “Tapadeus”) le pidió que hiciera algo por Jaime Sabines, quien se encontraba en una silla de ruedas. El poeta tenía un hueso roto. Aún así se puso de pie al ver a Salinas, quien llegó efectivamente a tratar de ayudar al maestro. Carlos Salinas le dijo “no se levante”, y Sabines respondió: “no me levanto ante Carlos Salinas que no me merece ningún respeto, sino ante el presidente de México”. Salinas fue muy poderoso. Acumuló todo el poder.

Tocó el turno a Ernesto Zedillo. El del “videodedazo”, apuntó Carmen Aristegui. El que llegó y parecía que se quería ir antes de terminar. El que ocupó su lugar casi por accidente, luego de que fue asesinado Luis Donaldo Colosio. Zedillo, sin embargo, terminó mal con Salinas. Y parece que aún no se aclaran las cosas entre ellos.

Germán Dehesa, luego de tal paseo, aseguró que prefiere a los presidentes de perfil bajo antes que a los “farolones”. Y aún no sabemos lo que sigue. La siguiente estatua será la de Vicente Fox, quien aprende sobre la marcha. Pero todos estamos aprendiendo para no caer en lo mismo, dijo Dehesa.

Germán Dehesa presentará su libro “Los PRIsidentes” el próximo 22 de octubre. Javier Solórzano le preguntó a quién invitaría para su presentación. “Alguien divertido”, dijo el autor. Y el consenso fue: Carlos Salinas de Gortari. Muy divertido en verdad y quien seguramente no será el invitado de Germán, pero al menos se puede decir que la intención quedó grabada en “Círculo Rojo”.

Javier Solórzano y Carmen Aristegui también presentaron imágenes y opiniones de la nota del domingo en América. El triunfo de Luiz Inácio “Lula” da Silva en las elecciones presidenciales en Brasil.

No obtuvo el 50 por ciento más uno de la votación, por lo que todo se definirá en una segunda vuelta el próximo 27 de octubre. “Lula” irá por los votos de los candidatos perdedores y por los de los opositores de su rival José Serra.

Es el cuarto intento de “Lula” por llegar a la presidencia de Brasil y parece que ahora sí lo logrará. Moderó su discurso. Cambió su imagen. Y como le dijo a Solórzano, “quiero pasar a la historia como el presidente que logró un nuevo contrato social y las reformas que necesita el país”.

Carmen Aristegui y Javier Solórzano se despidieron con un homenaje a Francisco Gabilondo Soler “Cri Cri”, quien nació un 6 de octubre y murió el 14 de diciembre de 1990, dejándonos un legado de al menos 200 canciones, incluyendo grandes clásicos.

Durante la emisión de “Círculo Rojo” también se presentaron fragmentos de las memorias de Gabriel García Márquez, la obra titulada “Vivir para contarla”.

Así concluyó un paseo entre anécdotas, historia, vueltas que da la vida y nuevas oportunidades en un mundo que tiene lugar hasta para hacerle una avenida a los presidentes de un país llamado México.


 

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