martes, 28 de septiembre de 2010

Algo siniestro e impreciso rompió el orden natural de las cosas.


Manuscrito: La iglesia debe llevar la imaginación a sus puestos de comando. Hay que inventar nuevos métodos para el apostolado y nuevos hombres. Hay demasiados sacerdotes, por eso han surgido entre ellos tantos desviados y equivocados. Es el numero, la democracia, el socialismo, que han invadido también a la Iglesia.  Se necesitan pocos, pero superiores. No hay que tratar de reclutar el numero, sino la calidad. Los Apóstoles eran 12 y conquistaron el mundo. Cuando fuimos muchos lo volvimos a perder. Se necesita un ejercito de escogidos, de tropas de choque, audaces, ágiles, eficaces, que lo den todo por la causa. Se necesita centuplicar la potencia de fuego de la Iglesia, en lugar del número de soldados. La fe y el fervor de sus apóstoles suplirán el número de los sacerdotes que pierde.






Hoy recordamos el aniversario luctuoso del gran papa Juan Pablo I.

Aquella noche del 28 de septiembre de 1978, Luciani, comprendió. Bruscamente recordó el sabor no habitual en su medicina de todas las noches. Recordó que fue el propio Martello  el que se la había traído. Recordó su actitud misteriosa y su mirada extraviada al salir violentamente del aposento. ¡Su asesino, el ser humano a quien más quería en el mundo! Su asesino, el hombre que había jurado no ver más, en un juramento solemne que no cumplió. Pero ya era demasiado tarde para estas consideraciones. Ya era tarde para el arrepentimiento. Ya era tarde para todo. Una sensación extraña de frío y pesadez empezaba a invadirle las piernas. Sintió terror. Terror por su propia vida. Terror al pensar que un loco asesino estaba libre dentro del Vaticano. Se incorporó en el lecho. Intentó levantarse para correr hacia la puerta, pero no la alcanzó. Se desplomó en el lecho, mientras su mano se abría y dejaba caer el manuscrito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario